Sunday, April 17, 2022

TAL VEZ DEBERÍAS ...

    Estas últimas semanas he tenido la suerte de recibir varias visitas muy deseadas en casa. Percibí mi emoción y anticipación ante la oportunidad de reconectar con estas personas principalmente como cariño e interés por sus más recientes experiencias. 
    
    Pero las palabras de mi psicooncóloga la última vez que fui a un grupo de apoyo para sobrevivientes de cáncer me dejaron pensando en que realmente lo que yo añoraba ante todo era la oportunidad de darles mi opinión sobre sus vidas. 

    Cada sesión de grupo de apoyo me da tantísima perspectiva y de forma tan inesperada que veo con innegable claridad las curvas y longitud del camino al entendimiento de mi propio ego. Es un camino por momentos con mucho tráfico y a su vez pueden pasar meses sin pasar por él.     

    A menudo doy por hecho que cuando alguien me cuenta algo es para que yo de mi perspectiva o para que emprenda alguna acción. La reacción típicamente femenina es la de dar consejo. La masculina es la de resolver el problema. Pero realmente cuando alguien nos comparte su realidad la escucha activa y empática es la mejor práctica. Al menos de que se nos pida nuestra opinión o ayuda específicamente no hay lugar para darla. 

    La psicooncóloga nos hizo el llamamiento a las 5 mujeres que fuimos ese día al grupo a escuchar atentamente y pedir permiso activamente antes de compartir nuestra opinión. El preguntar: "si te parece bien te puedo decir mi punto de vista". 

    Yo pensé que había aprendido mi lección y en una conversación con mi prima que vive en Alemania y es una de las visitas que recibí recientemente le pedí disculpas por darle mis opiniones como si me las hubiese pedido. 

    A los pocos días me fui a Bélgica a visitar a la tía de mi hija por parte de padre. Y como no podría ser de otra manera, el reaprendizaje está en los matices: me vi sentada en su gran jardín en Ost-Vlaanderen disfrutando de un delicioso crepe relleno de queso fresco y dándole mi opinión enmascarándola como escucha empática. Mi voz decía: "Bueno, yo en estos casos hago tal y tal..."  

    Ahora después del hecho y ya sentada en el sofá de casa bebiendo mi infusión de roibos caigo en cuenta de que mi ego travieso encontró otra manera de controlar la situación. 

    Cada lección la aprendemos una y otra vez, cada vez con un matiz un pelín diferente. Lo suficientemente diferente para darnos la oportunidad de profundizar un pelín más. ¡Así de generosa es la vida: siempre nos dará la oportunidad de aprender la misma lección una y otra y otra y otra vez!



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