Sunday, June 20, 2021

¡DESPUÉS DE UN AÑO NOS SALUDAMOS CON LOS OJOS !

     Hay una mami del cole de mi hija que tiene dos pequeños. Uno tendrá un año y el otro creo que cinco. Ella es alta y de ojos claros. Por la forma en que viste pensé que es nórdica. Hace poco la oí hablando en catalán y ahora sé que es de aquí.  

    Justo pasado mañana se cumple el ciclo de un año escolar durante el cual nos hemos encontrado de camino y de vuelta del cole casi cada día. Diez meses durante los cuales habíamos establecido el siguiente ritmo: según nos íbamos acercando la una a la otra yo buscaba sus ojos para hacerle un gesto de reconocimiento y de saludo y ella miraba en otra dirección. 

    Mi razonamiento fue el mismo cada día: es obvio que las dos estamos al tanto de que la otra existe, ambas vemos que en pocos segundos estaremos a menos de un metro de distancia la una de la otra, es obvio que nuestros peques van al mismo cole, es obvio que vivimos a pocas manzanas la una de la otra, es obvio que somos dos seres con la mínima conexión de pertenecer a la misma especie. Por lo tanto cada día tomaba la decisión de intentar saludarle a sabiendas de que la probabilidad de no recibir un saludo de vuelta era muy alta.

    Así fue cada día: yo veía que ella bajaba por la calle, ella me veía y miraba hacía los coches que pasaban, nos íbamos acercando y yo le sonreía con los ojos y con mis labios por debajo de mi mascarilla. Justo al ver mi gesto de acercamiento ella miraba hacía su hijo o su bebe. Yo me quedaba colgada con el saludo en el aire pero igualmente satisfecha de haberlo intentado. 

    Esta semana pasada ocurrió algo que me inspiró a escribir sobre mi experiencia. Fue un evento de tanta importancia para mi que aún estoy regocijando. Estábamos en el momento del ritual en el que la mami del cole aleja la cara pero me sorprendió fijando su mirada en mi y saludándome con los ojos. No sólo me saludo con los ojos sino que también levantó su mano afianzando el saludo con dos partes de su cuerpo. ¡Un gesto inequívoco!

     Me sentí orgullosa de haberle saludado un año entero, sin flaquear, sin desanimarme. La consistencia con amor y respeto es una de las lecciones que he aprendido en Catalunya. El no juzgar. El no concluir de entrada que esta mujer es una borde, una tonta, una racista, etc. Le salude cada día con el corazón abierto; sin expectativas. Llegué a entender algo tan obvio como que en algunos sitios la gente no saluda de vuelta como en Madrid o en la Florida justamente porque no estamos ni en Madrid ni en la Florida. La gente aquí actúa de manera diferente. And, it's OK! 

    Cada ciudad cultiva sus formas de hacer. No tenemos porque comportarnos igual. Ser "friendly" no es una obligación. No es la regla con la cual se miden todas las culturas. Yo sigo siendo la misma, la que saluda, la que sonríe porque me nace a mi. Pero sin imponerle mi forma de hacer a los demás. Y al final esta mami del cole logró contactar conmigo a un nivel que yo entiendo porque hice el esfuerzo de entender su forma de ser. Siento que he crecido con esta dosis diaria de una dinámica que me costó entender cuando mi hija empezó el cole. 

    Si me vuelve a saludar bien. Si no me vuelve a saludar bien. Importante es no perder el centro. No amargarme. No desanimarme. Yo soy yo. Ella es ella. Ambas somos perfectas tal cual. Le estoy agradecida por saludarme. Por no saludarme. 

     



     Mi hija de camino al cole. La ruta que tomamos cada día. ¡La ruta del saludo!
 
    A pocos metros de casa nos solemos cruzar con una portera que barre la entrada de su edificio cada mañana. Es latinoamericana como nosotras. Ella nos saluda siempre con una sonrisa plena. Esa interacción me llena de ánimos porque entiendo esta forma de conectar. Me reconforta compartir un saludo con personas que buscan esa sensación de cercanía a través de un saludo.  

    ¡Que suerte poder vivir mi día de formas tan variadas y válidas a pocos metro de la entrada de mi portal!

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